Blog de Anestesiólogos Mexicanos en Internet, AC.
Blog de Anestesiólogos Mexicanos en Internet AC y Congreso Virtual Mexicano de Anestesiología. Editor: Luis Federico Higgins Guerra, anestesiólogo, Ciudad de México.
   
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Mi primer equipo de anestesia

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Luis Federico Higgins Guerra

Universidad Nacional Autónoma de México. Anestesiología en Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía 'Dr. Manuel Velasco Suárez. Subespecialidad en Neuroanestesiología (INNN). Autor del libro 'Anestesia Obstétrica' (2008, 2a edición, El Manual Moderno).

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22 de Agosto, 2008 ·  Viva voce

Intimidades de un Anestesiólogo. Dr. Teobaldo Coronado


El Dr. Teobaldo Coronado, anestesiólogo de la ciudad de Barranquilla, Colombia, envió a la lista de distribución (AMI-List) el siguiente documento titulado "Intimidades de un Anestesiólogo", excelente análisis del quehacer diario del "especialista universal".

El documento fue publicado y es propiedad de: Vanguardia Médica, Periódico de Asmedas seccional Atlántico, Barranquilla, No.14, julio-agosto de 1986.


El Anestesiólogo es el típico exponente del “médico de hospital”. Por las vicisitudes que circundan su cotidiana labor tiene la valiosa, la maravillosa oportunidad, como ningún otro facultativo, de realizarse en la noble y orgullosa vocación hospitalaria que muy dentro de nuestro “ser médico” llevamos guardada los seguidores todos de Hipócrates.

No hay aspecto del vasto trabajo médico, de la estructura asistencial-institucional que le sea ajeno. De allí, que el ilustre Profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia, Doctor Tiberio Álvarez, defina a la Anestesiología como “Especialidad Universal”. Le compete al médico anestesiólogo estar en contacto íntimo con toda la compleja gama de disciplinas médicas, desde las quirúrgicas estrictas: cirugía general, cirugía vascular, cirugía cardiovascular, cirugía plástica y reconstructiva, cirugía pediátrica, neurocirugía, ortopedia y traumatología, ginecología y obstetricia, urología, oftalmología, órganos de los sentidos, etc.; hasta las especialidades clínicas extrañas, en forma aparente, para los profanos con el trajín de los quirófanos como: medicina interna, cardiología, hematología, endocrinología, laboratorio clínico, inmunología, etc. Sin pretender ser expertos en estas materias tiene el Anestesiólogo la obligación de estar bien informado, con conceptos muy claros y definidos sobre cada una de ellas.

Su intensa, en veces desconocida actividad ha traspasado ya, consecuente con los avances de la ciencia y tecnología médica actual, los linderos de las salas de operaciones para ocupar lugar destacado en el cuarto de recuperación, en las unidades de cuidado intensivo, denominadas estas últimas en los EEUU “El hospital por excelencia”, así como en las unidades de trauma, terapia respiratoria y clínicas del dolor. Si agregamos a esto su definitivo papel docente y académico, más el vigoroso espíritu de agremiación que los caracteriza, encontramos justificación valedera a la desesperada expresión del ex ministro del Trabajo, Dra. María Helena de Crovo, cuando en la famosa huelga del ISS (1976) consideró a los Anestesiólogos como el "Talón de Aquiles" de la organización médica en Colombia.

Esto de dar anestesia o dormir a la gente como en forma despectiva se dice: "no es soplar y hacer botella". Amerita un sólido bagaje de ciencia, técnica, ética y en especial una gran dosis de humanismo.

Poseído de amplios conocimientos en Biología Molecular, Anatomía, Fisiología, Farmacología, en Diagnostico Clínico y Terapéuticos; con la suficiente habilidad para manejar procedimientos que garanticen una buena “técnica anestésica”  más el dispendioso control de un paciente crítico, como lo son los enfermos que ameritan una intervención quirúrgica ya sea programado o de urgencia; conocedor celoso de los deberes y derechos propios al rigor y calidad de su misión, como que la anestesia es el “arte de los dioses”, Anestesia deorum ars; encuentra en esta forma el Anestesiólogo el soporte indispensable al delicado y riesgoso servicio que le corresponde prestar. Adornado siempre del más respetuoso y comprensivo de los comportamientos como única manera de entregar sin ambages lo mejor de su sensibilidad humana a un ser colmado de incertidumbres y temores; que oscila entre el dolor, la angustia, el sufrimiento y el miedo a la muerte; en muchos casos con la fe y la esperanza perdidas.

Toca, al Anestesiólogo, vivir, laborar, la mayor parte de su diario quehacer muy cerca de los sinsabores y pesares del hombre; sin poder acostumbrarse a ello experimentar solidariamente el drama terrible de su destino final. De allí su lucha irreconciliable, sin fronteras, contra la muerte ante el desafío que en cada intervención nos impone. Somos sus enemigos más acérrimos, quizás, como ningún otro médico o especialista, por nuestra condición de reanimadores, tenemos la preparación, los medios para enfrentarla. Es una actitud científico-existencial con una profunda connotación filosófica que puede estar desbordando inadvertida lo científico estricto en busca de un encuentro con lo metafísico. Esta disposición hacia la inmortalidad surge de cada anestesia que damos. En cada anestesia que damos y por supuesto en cada despertar logramos jubilosos una resurrección.

Para superar con éxito el intenso aguijón del dolor nos corresponde con frecuencia llegar silenciosos, pero, con paso seguro, a las vecindades en donde habita el enemigo común; rondamos muy inmediatos a la muerte, sin que nos vea, sin que nos sienta. Es que no deseamos verla, no nos gusta, para llegar tan solo a los senderos claros donde el corazón se solaza con el fuego de la vida. Amamos la vida, de ella nos prendemos con fuerza, con sapiencia, la conciencia templada y muchísimo coraje.

El Anestesiólogo no tiene horario. En el argot quirúrgico es común decir: “sabemos la hora de entrada, pero, no sabemos la hora de salida”. Prefiere el hospital al consultorio; es el medio en que se siente cómodo, es su hábitat. Del hospital es común encontrarlo en su sitio más distinguido, el que tiene mayor misterio para el público, siempre pareciera que fuera de día en sus contornos, hay una claridad matinal a toda hora. Es un recinto lleno de solemnidad; resplandece más todavía por el verdor de sus columnas y paredes que se confunden con el ropaje descomplicado, pulcro de sus habitantes. Alimentado el ambiente por aire etéreo, agradable, embriagador, que envuelve en vínculo prodigioso de sonrisas y afectos a cirujanos, instrumentadoras, enfermeras y anestesiólogos para cuidar sin diferencias en sacro rito listeriano la salud palidecente de quienes esperan con asombro, asustadizos la cruenta acción del escalpelo. Es el Área de Quirófanos.

Con los cirujanos, sin distingos, se establece una marcada empatía basada, en principio, en una afinidad conceptual médico práctica. Sostenida por una ligazón entrañable de intereses que supera nexos intelectuales, curriculares, políticos o sociales, que al fin y al cabo obedece a una comunión fraterna, a una estrecha comprensión como compañeros, como amigos preocupados por encima de todo en el beneficio exclusivo del paciente que ocupa nuestra atención.

Este protagonismo dual convierte al buen anestesiólogo en una bendición para el cirujano, en guardaespaldas de su agresividad, en protector de sus impulsos vacilantes, en fiel estimulador de su talento. La presencia serena del anestesiólogo, su tranquilidad, su dominio son apoyo valioso en los procedimientos tormentosos.

Sin embargo es al cirujano al que se le reconoce máximo protagonismo, brillan más; su talante así se los exige. Por la escuela de estoicismo en que estamos inscritos, los anestesiólogos, no nos interesa aparecer; el tenderete de tela verde que nos separa de los amantes del bisturí es símbolo de la silenciosa bandera de nuestra humildad y sencillez.

De una cosa sí debe estar seguro, convencido el especialista ambicioso que opera: de sí mismo y de su anestesiólogo. Es una pareja sagrada, de una identidad maravillosa que justifica la plenitud de su acción sanadora para el más importante personaje de los quirófanos: el paciente.

Al final de cada anestesia busca el practicante del arte de los dioses en cada enfermo que feliz y estupefacto regresa del viaje, tempestad o calma, como los pilotos al descender del avión; estrechar regocijado sus manos, aceptar como recompensa de la travesía realizada una mirada escrutadora del mundo que le rodea, una sonrisa quejumbrosa pero plena de vitalidad, unas palabras mal hilvanadas pero agradecidas, un pecho palpitante, ansioso por encontrarse con los suyos. Unas lágrimas candorosas que al correr presurosas por sus mejillas hablen de la dicha que lo embarga por volver nuevamente a la vida.

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publicado por higgins a las 22:40  ·  Sin comentarios  ·  Recomendar
 
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