
En las etapas que nos atreveríamos a señalar como de inicio de la anestesia inhalatoria, con el empleo de vapores anestésicos altamente explosivos, nuestros queridos maestros tuvieron por necesidad que realizar sus anestesias empleando frecuentemente el circuito cerrado. Posteriormente, con el advenimiento de anestésicos no explosivos y de gran potencia, aparecen en el horizonte anestesiológico dos situaciones diferentes, por una parte al emplear vaporizadores del tipo del Verni-Trol y de la Caldera de Cobre con los que se hacía necesario diluir las pequeñas cantidades de flujo de gas de arrastre que salían de las cámaras de vaporización (pequeños volúmenes pero con altas concentraciones de vapores de anestésico), con grandes cantidades de flujo de gas fresco para hacer las diluciones adecuadas y acordes con las necesidades de la anestesia clínica. Esta situación es la única explicación lógica para el empleo, por facilidad de cálculos de flujos altos de gas fresco, y que conservaría el calificativo de razonable, si tuviéramos que seguir trabajando como hace algunas décadas. Por otra parte, al emplear anestésicos no inflamables, ya no se tenía que conservar aislado del resto del ambiente del quirófano a los vapores anestésicos que se administraban en exceso o que eran exhalados por el paciente, lo que contribuyó en alto grado a generar contaminación por residuos de gases anestésicos en nuestro ambiente de trabajo, hasta niveles insospechados constituyéndose incluso en un importante renglón de riesgos profesionales, situación que aunque ya no se le presta demasiada atención, en realidad en la mayoría de nuestros quirófanos no se ha resuelto.
Concomitantemente con la introducción de "nuevos" y más potentes anestésicos, se introdujeron los vaporizadores denominados grupalmente como de derivación variable, los cuales si bien introducían algunos mecanismos de termo, baro y flujocompensación, su efectividad nunca fue al 100% sobretodo en lo que a flujocompensación se refiere, con lo que su eficiencia casi siempre era dependiente de flujo, de manera tal que cuando un anestesiólogo con cierto grado de conciencia ecológica y que conocía mejor el comportamiento de los anestésicos inhalados optaba por bajar los flujos de gas fresco, tenía que recurrir a algunas modificaciones para poder hacer eficaz su técnica de administración de anestésicos inhalados con flujos bajos, modificaciones que hasta el advenimiento del monitoreo de gases anestésicos, resultaban solamente empíricas.
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