[Trabajado presentado durante el I Congreso Virtual Mexicano de Anestesiología 2001 en: www.congresovirtual.com.mx]
Desde que Björn Ibsen, Dinamarca, en 1952, utilizando métodos rudimentarios de Ventilación Artificial (VA) prolongada, consiguió reducir la mortalidad de una epidemia de poliomielitis de un 85% a un 25% (1), la técnica de la VA ha evolucionado paulatinamente hacia la consecución de unos objetivos básicos:
1. Ventilar o aumentar la ventilación pulmonar.
2. Conseguir unos adecuados gases en sangre.
3. Recuperar la actividad muscular para la ventilación espontánea.
4. Mínima repercusión sistémica posible.
Para ello se ha contemplado un progresivo desarrollo de la tecnología, encaminado a facilitar las relaciones entre el médico, el paciente y la máquina. Pero, si bien es cierto, que este desarrollo ha conducido a importantes mejoras en cuanto al funcionalismo, exactitud y ergonomía de los aparatos destinados a la VA también es verdad, que éstos aún conservan características funcionales que son mejorables y que deben ser perfeccionadas.
Considerando la indiscutible y continua actividad del anestesiólogo con los sistemas mecánicos de ventilación artificial, parece necesario reflexionar tanto en el punto en el que nos encontramos, como en lo relativo a las directrices de desarrollo de la VA, de manera que los clínicos expongamos a la industria nuestras necesidades asistenciales, y los fabricantes sepan orientar la investigación en el cometido de facilitar la interacción del ventilador con el paciente.
Por tanto, en el análisis del dónde estamos y hacia dónde vamos en ventilación artificial, en función de sus características específicas, parece conveniente estudiar por separado los sistemas de VA destinados al acto anestésico de los utilizados en el tratamiento de la insuficiencia respiratoria (IR) en las Unidades de Cuidados Críticos o Intensivos.
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